¿Cuál será el propósito de la iglesia?
Algunos dicen que existe para adorar a Dios. Otros insisten en que el único propósito por el cual Jesús instituyó la iglesia es el de evangelizar al mundo. A mi modo de entender lo que dicen las Sagradas Escrituras, estas dos actividades, adoración y evangelización, son como gemelas siamesas. Ambas forman parte de la razón de ser de la iglesia y no deben estar separadas.
La evangelización efectiva nace en el calor de la adoración. Los esfuerzos evangelizadores que se hacen sin haber orado, resultan estériles. Asimismo, reducen el privilegio de compartir las buenas nuevas de salvación a un nivel mecánico, y los creyentes salen a la calle y “evangelizan” como si fueran vendedores de mercadería.
La evangelización bíblica debe depender de la obra del Espíritu Santo, sea en los cultos de la iglesia o en la evangelización de persona a persona. El que evangeliza tiene que sentir la dirección y el poder del Espíritu, a la vez que el inconverso será convencido de su pecado y reconocerá a Jesús como la respuesta divina a sus problemas por el mismo poder. A la vez, la adoración sin la evangelización manifiesta cierto egoísmo en el adorador. La persona que “adora” con el propósito de sentirse bien y sale del templo sin pensar en los perdidos, no ha adorado, según la Biblia.
Recordemos la experiencia del profeta Isaías. Fue al templo buscando consuelo en la hora de la muerte del rey. Allí tuvo una profunda experiencia de adoración. Dios le manifestó su gloria, su poder, su santidad y su preocupación por el pueblo perdido. Al estar en la presencia de Dios, Isaías sintió el peso de sus propios pecados. Al confesarlos a Dios, quedó limpio y perdonado. Una vez limpio, Dios le consideró como compañero en la tarea de ayudar a los demás del pueblo. Dios no le dijo ¿quién irá por mí?, sino ¿quién irá por nosotros? Las palabras “heme aquí, envíame a mí”, expresan el deseo ardiente de toda persona cuyo corazón ha sido calentado en la adoración y limpiado del pecado. El privilegio de conocer a Dios y adorarle lleva la responsabilidad de compartir el mensaje divino al mundo pecaminoso y perdido. Pablo, el gran misionero, lo dice así:
“Nosotros somos colaboradores de Dios” (1 Co. 3:9).
Reconozco la existencia de muchas organizaciones para-eclesiásticas y otros grupos que apoyan la obra de Cristo, pero según la Biblia, la iglesia es la única organización del mundo formada por Cristo y encargada de la tarea de evangelizar al mundo y discipular a los convertidos. Esto no quiere decir que esas otras organizaciones no tienen un ministerio cristiano. Gracias a Dios la gran mayoría de ellas reconocen que su ministerio es el de apoyar a las iglesias locales.
Le invito a reflexionar conmigo por un momento y pensar en las iglesias de su ciudad o de su país que están creciendo. ¿Cuáles son? ¿Son iglesias bautistas o de otra denominación? ¿Está de acuerdo conmigo en que cada una de ellas tiene un programa de adoración para atraer al pueblo? Además de los cultos atractivos, con mucha música y predicación bíblica, tienen un plan definido para la evangelización de los perdidos y el discipulado de los nuevos creyentes. Las iglesias que crecen parecen una colmena de actividades, pero cada persona involucrada sabe lo que hace y sirve a Dios como parte de un equipo.
Algunas iglesias realizan actividades evangelizadoras una o dos veces al año. Invitan a un evangelista para predicar y guiar cada esfuerzo. Todo mundo se pone en acción por unos pocos días. Invitan personas a que asistan a los cultos especiales (personas que no habían invitado desde la última campaña). Al terminar los días designados para el esfuerzo, todo vuelve a la normalidad y se retoma a las actividades rutinarias de la iglesia. Este tipo de evangelización implica que la obra de ganar a los perdidos se realiza una o dos veces al año y que los evangelistas invitados llevan el peso de esta obra.
Doy gracias a Dios por cada esfuerzo evangelizador que se lleva a cabo en todas partes del mundo. Me regocijo por cada alma rescatada del pecado y transformada por el poder divino. Pero a la vez creo que el plan neo testamentario de evangelización no limita esta obra a las fechas de campañas especiales, sino que es un programa permanente de cada cristiano y cada congregación cristiana.
El pastor-evangelista Samuel Libert, en su libro, Evangelización en la Iglesia Local 13842), dice: “El inquietante panorama de nuestros días, inserto en el marco de una espectacular explosión demográfica, nos impulsa a aumentar los esfuerzos para que todo el mundo escuche la voz de Dios en esta generación.
Cada iglesia ha de entender cómo llevar a cabo un programa para evangelizar a los inconversos y discipular a los nuevos creyentes en Cristo. Ningún pastor lo puede hacer solo. Cada miembro de la iglesia tiene que reconocerse como evangelista personal y los pastores llevan la responsabilidad de prepararlos para que puedan llevar a cabo esta obra de una manera efectiva.
Si usted está buscando ayuda sobre cómo llevar a cabo un programa permanente de evangelización en su iglesia, quiero recomendarle dos libros que le pueden ayudar. Uno es el libro ya mencionado, escrito por el pastor-evangelista argentino. No es un tratado doctrinal, ni es un manual definitivo ni exhaustivo, pero sí aspira a ser una guía para los interesados en considerar seriamente algunas ideas que sirvan como punto de partida para el crecimiento de cualquier iglesia. Los dos párrafos que siguen, fueron tomados del prefacio de dicho libro.
Los nueve capítulos se dedican al programa de evangelización permanente en la iglesia local, exponiendo varias de las maneras más bíblicas, prácticas y fructíferas de conducir almas a un encuentro personal con Jesucristo para que sean salvas de la ira venidera. Por supuesto, reconocemos que el despertamiento y el crecimiento del pueblo de Dios no pueden ser promovidos ni organizados por medios humanos. Aunque tenemos buenas noticias sobre grandes victorias en la tarea evangelizadora, es difícil sentimos plenamente satisfechos con la actual condición de las iglesias. Sigue ardiendo en nuestro corazón una gran disconformidad que nos lleva a clamar pidiendo a Dios cosas mucho más grandes, pues tenemos hambre y sed de las maravillas del Señor. Por eso, este libro no es un plan para fabricar avivamientos artificiales o proyectos de corte triunfalista.
“Jesucristo dijo: ‘yo edificaré mi iglesia’, y la Biblia también afirma que ‘si el Señor no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican’. Más que ‘hacer crecer’ a la iglesia, hay que dejar que la iglesia crezca, procurando que nuestros intentos no sean un obstáculo para la intervención divina. En Hechos 2:47 leemos que ‘el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos’.
La Sagrada Escritura enseña claramente que el Señor hizo crecer a su iglesia utilizando a los cristianos. La multitud de los discípulos se involucró voluntariamente en el programa de crecimiento dispuesto por el Espíritu Santo. Hoy seguimos confiando en el poder de Dios, pero ello no nos autoriza para ser negligentes. Nuestro Dios es un Dios de orden. No podemos creer que él apruebe la evangelización improvisada, de características casi anárquicas, ni tampoco podemos suponer que el Espíritu Santo se oponga al empleo de técnicas modernas o prohíba la existencia de un programa de evangelización permanente en la iglesia local.”
Todos estamos de acuerdo en que la iglesia de Cristo es más un organismo que una organización. Cualquier organismo que no crece indica que ha muerto. Mi deseo es que su iglesia crezca según la voluntad divina.
El segundo libro que le puede ayudar a llevar a cabo un programa de crecimiento en su iglesia está escrito por un pastor bautista de los Estados Unidos y traducido al castellano, titulado Prepárese para Evangelizar (C.B.P 13389).
Muchos de los miembros de nuestras iglesias tienen ganas de compartir las buenas nuevas de salvación con sus familiares y amigos, pero no saben cómo hacerlo. El miedo a no hacerlo bien o a fracasar en el esfuerzo los paraliza. ¿Dónde van a aprender un programa de evangelización personal? ¿Quién les va a enseñar? El mejor lugar para aprenderlo es la iglesia local. La persona indicada para enseñarles es el mismo pastor de la congregación. El tiene el privilegio de enseñar a los miembros por la palabra y la práctica.
¿Conoce usted el libro mencionado arriba? Lo encontrará en las librerías evangélicas. Fue escrito con la esperanza de que el mismo constituyera una herramienta en las manos de Dios para ayudar en la tarea de alcanzar al mundo pecador con las buenas nuevas de salvación. Es un manual de evangelización personal comparable con cualquier otro método conocido.
El uso de este libro en la preparación de los miembros de las iglesias que tienen que ser “pescadores de hombres” asegura que ellos saben de las verdades esenciales del evangelio y aprenderán un método atractivo y práctico para hablarles a otros acerca de su fe.
Cuando los miembros de las iglesias están preparados para compartir el mensaje de salvación, guiados por el Espíritu Santo, y los cultos de adoración son atractivos y bien planeados, la tarea de evangelizar al mundo y la cosecha de almas llegará a ser algo normal cada semana en cada iglesia. Que adoremos y evangelicemos para la gloria de Dios, el bienestar espiritual de nuestros pueblos y la extensión del reino de Dios.
Esteban Ditmore
Director del Departamento de Evangelización C.B.P.
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